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El IVIC: Una Historia Muy personal

noviembre 30, 2014

Ivic(Here in English)

Yo no nací en el IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas), pero durante gran parte de mi existencia, de hecho me sentí como si lo hubiera sido. (Lo cual era factible, ya que el IVIC tiene residencias para sus investigadores, excepto que no existían el año en que yo nací). Por todo esto, es bastante doloroso ver cómo la revolución quiere borrar su pasado, convertirlo en algo diferente de lo que debería ser y simplemente destruirlo. Eso debido a la ignorancia de la revolución de lo que esa institución ha significado para Venezuela. Para aquellos que no saben lo que está pasando, la Asamblea Nacional de Venezuela aprobó en primera discusión un proyecto para cambiar los estatutos del IVIC, incluyendo el cambio de su nombre, sus objetivos, cómo funciona, esencialmente borrando la orgullosa historia de una institución que ha contribuido mucho a la institucionalidad científica, educativa, académica y tecnológica del país. El proyecto fue supuestamente promovido y escrito por el diputado del PSUV Guido Ochoa, un Doctor en Ciencias Forestales, con una lista de publicaciones poco impresionante, pero que al parecer cree que sabe lo que es mejor para la ciencia venezolana.

Al parecer, ni siquiera las autoridades del IVIC, en su mayoría a favor de la revolución, sabían del proyecto de ley, aprobado en primera discusión. El proyecto no se habría consultado con nadie de la comunidad científica del IVIC, a pesar de la tan cacareada democracia «participativa» del Chavismo. Entre otras perlas, el proyecto de ley sustituye a la Asamblea de investigadores, que aprueba cosas tales como las promociones en escalafón y la políticas institucionales, por una Asamblea con todos los empleados, donde para decidir cuestiones tan importantes cualquier empleado que ha estado en el IVIC por un año va a participar y todos los estudiantes serán parte de ella. El nombre del IVIC se cambia a IVECIT (Instituto Venezolano de Ciencia, Tecnología e Innovación) y los cambios se hacen para que «la ciencia ya no se encierre en los laboratorios, lo que permitirá ‘al pueblo’ y las comunidades construir permanentemente elementos tecnológicos para la transformación del país”. Esto lo que es un montón de paja, palabras sin sentido y floridas, que sólo muestra la ignorancia de aquellos que promovieron y escribieron la Ley. Ellos simplemente no están cualificados para incluso participar en la planificación científica y tecnológica en Venezuela. El proyecto continúa emitiendo más paja, frases vacías muy similares acerca de la relación de la nueva institución con la comunidad a fin de que el Instituto pueda proteger el «hábitat, la salud integral, las instituciones económicas y sociales, la cultura, usos, costumbres y valores».

Si me preguntan, palabras vacías y llenas de ignorancia. Un Gobierno que se deshace del Ministerio del Ambiente, que hace caso omiso de todos los terribles desastres ambientales en el país (Maracaibo, Guayana, contaminación del debido a la gasolina barata, y similares) ahora quiere imponer estos criterios en una institución que ha sido pionera en esos temas (cuando estaba en el IVIC, hace muchos años, había un Departamento de Ingeniería Ambiental, que veo sobrevive hasta la fecha, bajo el nombre de «Laboratorio de Química Atmosférica» con Eugenio Sanhueza todavía conduciéndolo).

Y así como usted ya piensa que esto no pudo haber sido escrito por alguien con un módico de inteligencia, el proyecto IVIC va más lejos. Según lo aprobado por la Asamblea, el nuevo proyecto de ley también permitirá al IVIC respetar la identidad, las lenguas y religiones, la «cosmovisión» (desconozco el significado), la espiritualidad y sus lugares sagrados y de culto. Igualmente, se respetarán «los derechos intelectuales colectivos de los conocimientos, tecnologías e innovaciones de todas las comunidades y el intercambio de sabiduría, de acuerdo con los principios constitucionales.»

Parecería imposible inventar tanta paja.

Hace muchos años, en los años sesenta, me presenté en el IVIC para preguntar sobre las posibilidades de trabajar en los laboratorios del Departamento de Física. Acababa de terminar mi primer año de carrera, realmente no sabía mucho de Física, pero sabía lo que quería hacer (Pensaba yo!!) con el resto de mi vida: Física Experimental. Me dijeron que regresara con cierta información sobre mí, notas y similares, y que tomara una prueba de aptitud. Lo hice, y unas semanas más tarde me llamaron y me dijeron que me habían aceptado para una pasantía de verano. Cuando me presenté, me dijeron que me iba a pagar Bs. 300 por mes (Nada más y nada menos que US$ 70 en ese momento) y una tarjeta de comida que me daría el almuerzo todos los días en el restaurante del Instituto. ¡No podía creer mi buena suerte!

Mi primer día en el IVIC me dijeron que fuera conocer a mi tutor, Roberto Callarotti, que resultó ser alguien mucho (muchísimo)  más joven que lo que yo imaginaba, quien me recibió con entusiasmo y me presentó a un maracucho muy divertido que tenía un poster de un hombre desnudo en una playa con un paraguas y un letrero que decía «Hidrólogo Experimental trabajando». Era el hidrólogo Ignacio Rodríguez Iturbe, ahora Profesor distinguido de la Universidad de Princeton, un venezolano tan distinguido que voy a dejar que Ustedes mismos juzguen su CV.

Fue un comienzo muy auspicioso, aunque yo no lo sabía o no lo entendía. Roberto se convertiría en mi mentor, mi mayor respaldo y amigo.

A partir de entonces, el IVIC jugó un papel muy importante en mi vida. Pasé tres veranos como pasante. Después de eso, el  IVIC me dio una beca para obtener un Ph.D. en el extranjero, con un contrato que decía que tenía que volver cuando terminara. ¿Cómo no iba a hacerlo? Buenos colegas, mi país, grandes oportunidades. Después de cuatro años y medio regrese al IVIC a la inocente edad de 28. Era un lugar muy interesante para estar, con mucha gente entusiasta e inteligente, teníamos la sensación de que Venezuela iba a alguna parte, no solo en la ciencia, sino también en todo lo demás. Mi vida era la investigación, el IVIC se convirtió en mi vida. Me hice cargo de estudiantes, de tesis, encontré  dinero para hacer investigación y conseguí el apoyo de mucha gente. Hicimos  buenos trabajos, publicamos muchos artículos, enviamos a más estudiantes al extranjero, incluso fundamos un instituto de investigación en ingeniería.

Tuve algunos compañeros maravillosos en el IVIC, algunos ya desaparecidos, otros han seguido adelante, y algunos fueron expulsados por la revolución, aunque todavía estaban haciendo investigación de calidad mundial después de la edad de jubilación. La revolución chavista no tolera la excelencia ni la habilidad.

No todo era ideal. Muy pronto aprendí que la política, no la ciencia, jugaba un papel demasiado importante en el IVIC. En uno de mis primeras Asambleas de Investigadores, me dieron el impresionante currículum de un biólogo que iba a pasar a Investigador Titular. Para mi sorpresa, 15 personas, de cerca de 100, votaron en contra, sólo por razones políticas. Años más tarde estaría muy orgulloso de no haber tenido ni un solo voto en contra  mía en el mismo proceso. Pero la parte más difícil vino después de la devaluación de 1983. Los presupuestos fueron diezmados, el trabajo que yo hacía era caro (Física Experimental de Bajas Temperaturas) y comenzó una montaña rusa con los presupuestos y las sucesivas devaluaciones que ha existido hasta nuestros días.

Pero yo todavía pensaba en ese momento que iba a pasar mi vida en el IVIC.

En 1992, hubo una huelga de los trabajadores, que querían más privilegios sin hacer todo lo que los investigadores hacen. Incluso fui Sub-Director del IVIC durante 21 días después de la huelga (una historia de por sí). En ese momento me di cuenta de que sería difícil de hacer un trabajo de investigación de primera clase en mi campo con los bajos presupuestos y todas las dificultades que había. Comencé a pensar que debía abandonar el país si quería seguir haciendo Física. En lugar de ello tuve la suerte de encontrar un trabajo emocionante en finanzas, donde todavía estoy hoy.

Pero pasé más tiempo de mi vida en el IVIC que en cualquier institución.

La revolución no ha sido amable con el IVIC. Se han violado sus estatutos para nombrar directores. Se trajo gente al Instituto por razones ideológicas. Me alegro de ya no estar ahí. Pero muchas personas se quedaron, trabajando duro, verdaderamente dedicados, tratando de seguir haciendo investigación de calidad mundial contra todo pronóstico y con recursos limitados, dando cursos, supervisando tesis de investigación en un ambiente bastante adverso.

Y con el nuevo proyecto de ley del IVIC, la discusión parece estar volviendo a lo que yo pensaba que eran discusiones muy bizantinas hace treinta años: tratar de justificar la existencia del IVIC.

El IVIC comenzó con las ciencias básicas, el trabajo que ha hecho ha sido espectacular. Con un presupuesto que ha oscilado entre US $ 10 y 20 millones de dólares por año, ha sido simplemente una ganga. Un monto irrisorio si se compara en  la ineficiencia y el despilfarro de los presupuestos de Venezuela. Y con estos malos presupuestos, el IVIC no sólo hizo investigación de clase mundial,  sino que también ayudó a institucionalizar la investigación en Venezuela, entrenó a miles de estudiantes de pregrado y posgrado. Eso habría sido suficiente, pero el IVIC también ayudó a crear otras instituciones, como el Intevep, el instituto de petróleo destruido por Chávez en el 2003, el Instituto de Ingeniería, el IDEA y la empresa de procesamiento de sangre Quimbiotec. El IVIC también ayudó a poblar las universidades venezolanas con académicos de alto nivel que hacen investigación en todos los campos. También se desarrollaron  tecnologías y se hizo consultoría y servicios, un subproducto natural de la investigación. Esa es la evolución natural de todo sistema de investigación básica en el mundo, algunos se quedan haciendo investigación para el resto de sus vidas, otros dejan que su motivación y sueños los lleven a otro lugar, ya sea la tecnología, la innovación o el trabajo de desarrollo en el sector privado.

Y ahora algún científico chavista amargado quiere imponer su visión ignorante sobre el IVIC, quiere borrar la historia, quiere acabar con su distinguido pasado y sustituirlo por una nueva institución con poca relación con sus antiguas glorias. Y tomen en cuenta que con todo el ruido de la semana pasada después de que se aprobó el nuevo proyecto de ley, el Gobierno supuestamente esta ahora dispuesto a «discutir» el proyecto de ley, no retirarlo. Una señal segura de que el chavismo no va a dar marcha atrás, sino simplemente busca entrampar a la comunidad IVIC en una discusión para aprobar más tarde el monstruoso proyecto de ley y decir que fue aprobado gracias a la democracia participativa chavista. Pero el resultado final no será poco diferente de lo que ya ha sido aprobado.

Este es un gobierno que piensa que la ciencia y la tecnología involucra la compra de satélites chinos de $ 400 millones (sí, ¡dos de ellos!), en lugar de desarrollar el suyo propio. Un gobierno que tiene total desprecio por la excelencia y la experiencia. Un Gobierno que no gusta discutir ideas, ni tolera personas que piensan diferente. Un Gobierno que ha demostrado no tener ni idea de lo que la ciencia es o hacia donde debe ir. Este ha nombrado a personajes de capacidad limitada y no científicos para presidir el sector de la ciencia, incluyendo el actual presidente del Banco Central, el actual Vicepresidente y el actual presidente de Corpoelec. Todos ellos promovidos a esas posiciones temporalmente para darles beneficios, mientras que otra posición los esperaba en otra área. Desgraciadamente ellos no tenían la menor idea de lo que la ciencia es o hacia donde debe ir. Pero eran hombres leales al proceso, a la revolución y sus ambiciones destructivas. Ninguno de ellos levantará un dedo para ayudar o salvar al IVIC de ésta nefasta coyuntura.

Es sorprendente que el Chavismo se moleste con algo de pequeña importancia en la escala de los enormes problemas que enfrenta el país. Pero los hombres pequeños luchan pequeñas batallas, actúan conforme a sus resentimientos, odios, ambiciones y metas baladíes. Eso es todo.

Es simplemente un paso más en la capacidad del chavismo para destruir sin crear alternativas razonables o decentes. Cualquier persona que piense que van a echar esto para atrás, debe pensarlo de nuevo. Al chavismo le gusta el control, no la discusión abierta, la democracia o el progreso tecnológico. El «pueblo» será mencionado, utilizado y abusado sólo en nombre, hasta que el chavismo tenga su trofeo: la destrucción irreversible de una institución distinguida, honorable y eficiente, y lo que su memoria conlleva.

(Gracias al gran amigo Daniel Duquenal por corregir las traducción del artículo)